domingo, 9 de octubre de 2011

Antes de dormir (Motu perpetuo)



Era parecido a lo que mucha gente hacía, sólo que él, en vez de leer unas líneas antes de dormir, las escribía. En esta ocasión la sensación de sueño le había sobrevenido mientras tomaba una taza de té en el velador, curiosa paradoja, de una céntrica cafetería. Cuando esa sensación se producía, adicto al olor de la tinta como era, no podía hacer otra cosa que llevarse la mano al corazón, esto es, al bolsillo izquierdo de su camisa y, sin forzar el clip, extraer la pluma, con la tinta a la temperatura del cuerpo humano, de la sangre misma. Cuando el camarero lo veía acercarse a la barra ya sabía, pues la escena era por temporadas repetitiva, que había de proporcionarle uno de esos blocs pequeños, gruesos y de blancas hojas que tanto le gustaban. Volvía a su rincón y sintiendo una fruición que sólo los adictos a la tinta conocen, desenroscaba lentamente el capuchón de la estilográfica y se entregaba al placer oculto y solitario de la escritura por la escritura. Aquella noche escribió: "Era parecido a lo que mucha gente hacía, sólo que él, en vez de leer unas líneas antes de dormir, las escribía...."
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