viernes, 11 de enero de 2013

Mi jubilación


Inicio: Valencia. Curso 1970/71

Con la última campanada de 2012 me cayó encima la jubilación. Yo era, junto a otros compañeros, de aquellos profesores que no se iban a jubilar nunca. No es que me gustara mi trabajo, es que era mi vida, es que era el elemento vertebrador de mi existencia, es que era a lo que había dedicado lo mejor de mí durante cuarenta y dos años. Pero llegó el curso 2012/2013 y vimos cómo se hacía imposible llevar a cabo nuestra tarea con cierta dignidad con las nuevas condiciones impuestas por nuestros gobernantes que sin embargo alardean de que la calidad de enseñanza no disminuye con los recortes y de que todo funciona con normalidad. Por supuesto que no me estoy refiriendo a las bajadas de sueldo, desde la primera en 2010 con el gobierno Zapatero, ni a la pérdida de la extra de Navidad ni a otras medidas similares o peores (castigo por ponerse enfermo) sino al menosprecio de nuestra profesión, al ninguneo permanente del profesor, al desconocimiento infinito, -si no sería maldad infinita-, de nuestros gobernantes con respecto al tema educativo. Concretamente en mi instituto se mantiene el número de alumnos año tras año, unos 600, pero mientras que hasta este curso eran atendidos por unos 60 profesores, este año lo son por unos 40. ¿Cómo? Muy sencillo: más clases para cada profesor y más alumnos para cada clase. No pasa nada, ¿no puede un profesor dar cinco o seis clases diarias cuando un camarero o un taxista trabajan once o doce horas diarias? Claro que no pasa nada, sobre todo si se tiene en cuenta que el concepto de "clase" ha quedado limitado a tener recogidos, -¿qué más da a 25 que a 35?-, a los alumnos durante la jornada escolar. Lo que ahora se nos pide lo podría hacer mucho mejor, con todos mis respetos, un policía municipal que un licenciado universitario cuya formación resulta a todas luces excesiva para tal tarea. Ya no importa la ciencia, ya no importa el conocimiento, solo que el 100% de la población entre los 12 y los 18 años esté custodiada en unos locales, que llaman institutos de educación secundaria, en los que no es necesario ningún requisito, más allá de la edad, para entrar o permanecer en ellos. Y esto no es nuevo ni se debe a los actuales gobernantes sino que procede de la ya lejana implantación de la E.S.O. y el Bachiller de la L.O.G.S.E frente a a E.G.B. y el B.U.P. y C.O.U. de la L.G.E. Efectivamente, se cambió de manera radical la función de los institutos de enseñanza media, después de bachillerato, que tradicionalmente habían preparado al alumnado para su acceso a la Universidad, por lo que eran necesarios unos requisitos académicos para ingresar y permanecer en ellos, para convertirlos en almacén de todo ciudadano comprendido entre los 12 y los 20 años en algunos casos. Quede claro que creo en la absoluta necesidad de escolarización obligatoria y gratuita de cualquier persona hasta el cumplimiento de su edad laboral. ¿Pero ha de ser el instituto de enseñanza secundaria el único lugar en el que esa escolarización universal y obligatoria se produzca?
Con el sistema L.O.G.S.E., y con el que viene no habrá cambios sustanciales, un chico puede entrar en 1º de E.S.O. con 12 años y suspender todas las asignaturas. No pasa nada, repite y ya tiene 13. Vuelve a suspender todo pero ya no puede repetir por lo que pasará automáticamente a 2º con todo 1º pendiente  y ya tiene 14. Vuelve a suspender todo pero como no se puede repetir más de una vez por ciclo pasará a 3º. Ya tiene 15 años y nada aprobado en los últimos tres. Vuelve a suspender, lógicamente, 3º, repite y ya tiene 16 años. Suspende nuevamente y como no puede volver a repetir pasa a 4º. 17 años, no hace nada, no titula y al año siguiente, con 18, se va al paro con toda esa cualificación. ¿Fracaso escolar o sistema educativo sin pies ni cabeza? ¿Y qué ha pasado entre tanto con los que sí querían estudiar e ir a la Universidad? Pues que han recibido un nivel de enseñanza bajísimo que a su vez repercutirá en el nivel de enseñanza de la Universidad que requiere alumnos dotados de una amplia cultura generalista que será la base de futuras especializaciones. Porque, señores, la enseñanza media debe ser generalista y dotar al alumno de una amplia cultura, tanto científica como humanística, con la que enfrentar con éxito la vida y los estudios universitarios.
Dada la situación, recordamos siempre a Torrente Ballester, catedrático de instituto, que dijo al jubilarse que lo hacía con júbilo porque había llegado un momento en que no sabía qué tenía que enseñar, ni cómo ni a quién. Y eso que se jubiló en pleno apogeo del B.U.P. y el C.O.U.
Cierto es que me voy porque quiero pero ello no impide un enorme sentimiento de tristeza; me voy, sí, pero porque no quiero estar donde ni mi formación ni mi trabajo son apreciados, ni quiero ser cómplice de los que destruyen la educación universal, pública y gratuita, ni quiero dar soporte a unos gobernantes que cuentan con nosotros solo para decir que todo va bien. ¡Claro, todo funcionará mientras haya alumnos y profesores! ¡A pesar de ellos!
Y termino, no hablo por mí sino por mis compañeros, calidad de enseñanza la que daban profesores en plenas facultades, sabios por formación y por experiencia, claramente vocacionales, que no han encontrado otro camino que el de la jubilación anticipada. Gracias, no obstante, compañeros y alumnos de estos 42 años por habérmelos hecho tan felices.

Fin: Albacete. Curso 2012/2013


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