OFRENDA
Como esta lluvia leve
que acaricia la tarde,
como aquel sol de invierno
meridianamente dulce,
como el tacto del agua,
claridad que no acaba,
suave así la ternura
que de tu vida emana
y, en verso, a ti regresa.
I
Nada añadió el sueño
-clásico simulacro de la muerte-
del qué todos los días,
de ti necesitado,
lleno de amor y vida resucito.
II
En la noche silente
como manos me acarician tus palabras,
mi alma sueña con ellas
y al despuntar el día
aún resuena su dulzura en mi piel.
III
Claramente te veo
cuando cierro los ojos cada noche,
en mi alma iluminada
sólo tu permaneces
cuando todas las luces se apagan.
IV
A veces en la noche
también me habla el silencio, tu silencio,
con claridad me dice
todo lo que has callado
y yo, calladamente, deseo tu bien.
V
Lejana te he soñado
entre danzas y hogueras saturnales,
yo desde el fuego vivo
te miraba doliente
tu, en trance, no veías mi arder.
VI
Comienza un nuevo día
y tú eres como siempre la primera
imagen que yo veo,
tan etérea y sutil
que empiezo ya a dudar de tu existencia.
VII
De mi otra tierra me habla
la mañana rumorosa de mares,
las olas del recuerdo
esparcen en mi almohada
aromas de sal, de mirto, de ti.
VIII
Y no amanecerá
hoy si tú, amor, no me amaneces,
despiértame un día más
e ilumina mi mundo
para que así la vida continúe.
IX
Te anunciaba ya el alba
tras la dulzura tierna de la noche,
y estas luces primeras
te revelan diáfana
como esencia creadora de mis días.
X
Reivindico la noche
para despertar muerto entre tus brazos.
Habrás sido mi vida
y esta muerte aparente
vendrá a justificar todas las vidas.
...Y BUENOS DÍAS
Aunque la noche sea
más noche cada vez, no cambia el deseo
de que seas feliz siempre:
muy buen día que tengas
hoy y cada día de tu existir.
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