jueves, 14 de marzo de 2013

Premonición. (2007)




Yo os hablaba del amor
y vosotras,
                  Lauras en ciernes,
os enamorabais de este viejo Petrarca
al que ya sólo le quedaba
el placer de la mirada,
el juego de la seducción
torpemente aprendido
en películas de adolescente memoria,
en extraños libros mal entendidos,
en breves canciones de amor:
esa era nuestra educación sentimental.

Y quería yo que leyerais,
-yo mismo os leía-,
el “Usted” de la Guzmán,
la muerte de Asenbach a miradas de Tadzio,
y aquel soneto de Quevedo
y tal vez una décima mía
urdida junto al Sena,
y el alegato tremendo de Wilde.

Y de pronto, tu sonrisa posmoderna
montada en bicicleta por la Signoria.
Adiós a las aulas y a los libros y a los filmes y a las baladas de amor.
Tú, de rosa y azucena garcilaso,
tú, blanco mármol davidiano,
tú, carne y piel y labios,
tú, memoria inexcusable del amor,
haciendo brotar las hojas del olmo viejo
en un milagro machadiano inexplicable.

No debería haberse enamorado de mí, señorita,
no debería haber viajado nunca a La Toscana,
no debería haberme encontrado perdido a la sombra del Perseo,
pues,¡ pobre de mí!,
-pasados tantos años,
la flor de la infancia ya marchita,
seductora de aulas nuevas,
de escolares bisoños y de viejos profesores-,
nada me impide enamorarme de usted.

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