miércoles, 20 de febrero de 2013

Páginas de Literatura Universal: Jean Paul Sartre. Los Caminos de la Libertad 3. Con la Muerte en el Alma. (1949)

Mathieu lo rechazó con un movimiento del hombro y Dandieu cayó hacia atrás. Mathieu siguió tirando. Tiraba todavía cuando se le vino el techo encima. Recibió una viga en la cabeza, soltó el fusil y cayó. "Quince minutos -pensaba rabioso-, daría cualquier cosa por resistir quince minutos". La culata de un fusil salía del caótico montón de madera y de pizarras rotas. Tiró de ella y sacó el fusil viscoso de sangre, pero cargado.
- ¡Pinette!- gritó Mahieu.
Nadie respondió. El hundimiento del techo obstruía toda la parte norte de la plataforma; los cascotes y las vigas taponaban la trampa; una barra de hierro pendía del techo abierto. Mathieu estaba solo.
- ¡Maldita sea -dijo en voz alta-. Que no se diga que no fuimos capaces de resistir quince minutos.
Se acercó al parapeto y se puso a tirar, de pie. Era un enorme desquite. Cada disparo le vengaba de un antiguo escrúpulo. "Un tiro por Lola, por no haberme atrevido a robarle; otro por no haber dejado plantada a Marcelle; otro por no haber querido acostarme con Odette. Éste, por los libros que no me he atrevido a escribir; éste, por los viajes que me he negado; éste otro, por todos los tiparracos, en bloque, a los que en vez de odiar como me apetecía me esforcé por comprender". Disparaba, y las leyes volaban hechas añicos por el aire, amarás a tu prójimo como a ti mismo, ¡zas! en esa jeta de cretino, no matarás, ¡toma cabrón! Disparaba sobre el Hombre, sobre la Virtud, sobre el Mundo. La Libertad es el Terror. El fuego ardía en la alcaldía, ardía en su cabeza, las balas silbaban, libre como el aire, el mundo va a saltar y yo con él, disparó, miró su reloj, catorce minutos y treinta segundos; no tenía ya nada que pedir, salvo un plazo de medio minuto, lo justo para pegarle un tiro a ese elegante y orgulloso oficial que corría hacia la iglesia; disparó contra él, contra toda la Belleza de la Tierra, contra la calle, contra las flores, contra los jardines, contra todo lo que había amado. La Belleza se tiró al suelo en un salto obsceno y Mathieu disparó de nuevo. Disparó. Se sentía puro, era todopoderoso, era libre.
Quince minutos.

Traductor: Miguel Salabert. Alianza Editorial. 1983

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