Recuerdo en estos días
ese otro de septiembre en que viniste,
casi espíritu puro,
a preguntar mi nombre
bajo los faroles de Scarborough fair.
Hablabas en mi lengua
mientras recuperaba yo la tuya
para citar a Espriu
y a Ausiàs, y a Estellés,
y se convirtió en mar nuestra llanura.
¡Cuántas palabras después,
cuántos anhelos, cuánta confusión!
¡Cuántos sueños alados,
cuánta ternura clara,
cuánta soledad compartida a veces!
Se paró el tiempo entonces
y se quedó también mi alma parada
en aquel carrusel
de giros infinitos
en un paisaje breve e invariable.
Allí sigo indolente,
no necesito nada ya distinto,
no quiero nada más
ni nada más existe
bajo este cielo de un nuevo septiembre.
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