sábado, 21 de septiembre de 2013
Poemas de verano VII
Recuerdo en estos días
ese otro de septiembre en que viniste,
casi espíritu puro,
a preguntar mi nombre
bajo los faroles de Scarborough fair.
Hablabas en mi lengua
mientras recuperaba yo la tuya
para citar a Espriu
y a Ausiàs, y a Estellés,
y se convirtió en mar nuestra llanura.
¡Cuántas palabras después,
cuántos anhelos, cuánta confusión!
¡Cuántos sueños alados,
cuánta ternura clara,
cuánta soledad compartida a veces!
Se paró el tiempo entonces
y se quedó también mi alma parada
en aquel carrusel
de giros infinitos
en un paisaje breve e invariable.
Allí sigo indolente,
no necesito nada ya distinto,
no quiero nada más
ni nada más existe
bajo este cielo de un nuevo septiembre.
Poemas de verano VI
Vestidos de Stravinsky
reaparecen tus labios tan ajenos
flotando en el estanque
de aquel París de lluvia
anhelado siempre aunque prohibido.
Mas ya nada se intuye
tras las persianas bajas del ocaso
que apagan la mirada
al torpe caminante
de desiertas y amargas avenidas.
Fueron otras ciudades
las que amables abrieron sus senderos
a los pasos valientes
de dos cuerpos heridos
de dolor, confusión y desencanto.
Fueron otros colores
los que ayer dibujaron de belleza
las palabras escritas,
y a veces pronunciadas,
en la liturgia clara del deseo.
De aquello solo resta
hoy, consagrada ya la primavera,
las notas apagadas
de un extraño concierto
acordado de amor y sinsentido.
viernes, 20 de septiembre de 2013
Poemas de verano V
Nada importa tu ausencia
teniendo la certeza de que existes,
aunque no oiga tu risa
ni tus ojos me hablen
ni tus labios tan dulces me acaricien.
Pues, aunque lo desee,
no es tu cuerpo el anhelo de ternura
que de siempre he buscado;
es el albor de tu alma
y la candidez pura de tu esencia.
Nada te pido que hagas,
ni que estés ni que tengas, solo que seas
y que como eres, seas,
para que yo así sepa
que aún tiene la vida algún sentido,
que aún tiene la vida
paisajes de cordura en este caos
absurdo y cotidiano,
que aún puedo confiar
en las palabras, tantas veces falsas.
Seguiré así creyendo
en los seres humanos y en su historia,
pues existiendo tú
también debe existir
un universo nuevo en que habitemos.
teniendo la certeza de que existes,
aunque no oiga tu risa
ni tus ojos me hablen
ni tus labios tan dulces me acaricien.
Pues, aunque lo desee,
no es tu cuerpo el anhelo de ternura
que de siempre he buscado;
es el albor de tu alma
y la candidez pura de tu esencia.
Nada te pido que hagas,
ni que estés ni que tengas, solo que seas
y que como eres, seas,
para que yo así sepa
que aún tiene la vida algún sentido,
que aún tiene la vida
paisajes de cordura en este caos
absurdo y cotidiano,
que aún puedo confiar
en las palabras, tantas veces falsas.
Seguiré así creyendo
en los seres humanos y en su historia,
pues existiendo tú
también debe existir
un universo nuevo en que habitemos.
jueves, 12 de septiembre de 2013
Poemas de verano IV
...COMO EN UN DOCUMENTAL DE LA 2
Para Pepe Romero Paquet con guiños a Iker Jiménez.
Plácidamente duerme,
sueña otra vez su vida sin nostalgia
alejado del mundo,
rey al fin de la noche;
no inquietéis al león del Serengueti.
Pues no ajeno al deseo,
su rugir sosegado en la alborada
todavía despierta
atávicos instintos
en la joven belleza del desierto.
No anheléis su presencia
pues acudirá presto a la llamada
del amor,
incansable
paseará su arrogancia
por la arena dorada del recuerdo.
Mas ya no le conviene
a su corazón noble pero herido
la ardua y feroz contienda
del cortejo amoroso,
la liturgia ancestral de lo evidente.
Dejadlo que descanse
y en su sueño recuerde la belleza,
ya para siempre suya,
del último combate.
No inquietéis al león del Serengueti.
lunes, 9 de septiembre de 2013
Poemas de verano III
NOCHE DE VERANO
Doblaban las esquinas
como gacelas que huyen del incendio,
el alcohol en los ojos
y en los desnudos vientres
la antigua mordedura de lo absurdo.
¿Qué río las esperaba
de plomo y alquitrán al otro lado,
qué oscuro cazador,
qué bosque ennegrecido
por la cansada noche de lo inane?
Solo luces del alba
que no verán sus ojos de granito,
pálpitos cotidianos
que no tienen su eco
en el valle sombrío de la muerte.
Tras la noche, otra noche
y un cierto desamparo nauseabundo
que despertará apenas
el cartón de sus labios
tan seco, tan ajado, tan inútil.
Y a tropel volverán
a recorrer la calle que no duerme,
volverán a incendiar
de aullidos los zaguanes
y un mandril morirá otra vez en vano.
Doblaban las esquinas
como gacelas que huyen del incendio,
el alcohol en los ojos
y en los desnudos vientres
la antigua mordedura de lo absurdo.
¿Qué río las esperaba
de plomo y alquitrán al otro lado,
qué oscuro cazador,
qué bosque ennegrecido
por la cansada noche de lo inane?
Solo luces del alba
que no verán sus ojos de granito,
pálpitos cotidianos
que no tienen su eco
en el valle sombrío de la muerte.
Tras la noche, otra noche
y un cierto desamparo nauseabundo
que despertará apenas
el cartón de sus labios
tan seco, tan ajado, tan inútil.
Y a tropel volverán
a recorrer la calle que no duerme,
volverán a incendiar
de aullidos los zaguanes
y un mandril morirá otra vez en vano.
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