24 HORAS AL DÍA
Despierto cada día
con tu nombre rondándome la
cama
e inútilmente busco
el albor de tu imagen
en el vacío absurdo de mi
almohada.
Acechas mis espacios,
impregnas de tu aroma mis
tejidos,
paseas tu candor
de sutileza lleno
por todos los rincones de mi
casa.
Quebrado el mediodía,
me atardeces de inútil
esperanza,
de apagados destellos
que ayer iluminaron
la oscuridad dudosa del
ocaso.
Me anocheces al fin
y me hundo angustiado ya en
los brazos
de un imposible sueño,
segura pesadilla
de vueltas y más vueltas al recuerdo.
Me duele la memoria
y hasta el alma de tanto
recordarte
y en el silencio solo
escucho el eco antiguo
de tu lengua dormido en mis
entrañas
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