De estrella y luz de luna mis banderas,
como en aquel poema adolescente,
tengo ya preparados nuevamente
tantos signos de amor como tú quieras.
Hemos vuelto a aquellas mismas riberas
en que fluyó la vida sonriente
y has visto en el cristal de su corriente
que eres, a pesar de todo, quien eras.
Seguiremos el curso de ese río
que del ancho mar todavía lejano
ofrece aún verdes parajes de vida;
sus aguas surcará nuestro navío
para así encontrar al fin el oceano
de paz en que toda pena se olvida.
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