sábado, 5 de abril de 2014

POEMA ÚLTIMO

DEDICATORIA

Te quise escribir el poema veintiuno
pero te escribí este poema último
para que nunca hubiese otro detrás.

Es necesario un último poema
que apague para siempre los recuerdos
de lo que habiendo sido ya no importa,
aunque tu vida no sea ya tu vida
y aunque tengas la extraña sensación
de que hay tristezas que se irán contigo,
-y sé que escribo desde la tristeza-,
al oscuro viaje a ninguna parte.

¿A quién seguir diciendo cada día
que otro mundo surgió de tu existencia,
que no debí dejar que nuestros cuerpos
cruzaran el umbral de nuestra piel,
que no debí escuchar ni leer nunca
palabras que resuenan inclementes
cuando en silencio cierro ya los ojos?

Comprendes bien al fraile salmantino
que advertía claramente en sus odas
de la imposibilidad de vivir
en una oscura cárcel si has vivido
en la más esplendente de las luces,
y al egipcio que no podía beber
agua alguna tras beber las del Nilo,
y a los grandes poetas florentinos
consagrados a calmar su dolor
cantando ya la vida, ya la ausencia
de quienes les habían desvelado
la Verdad del Amor y la Belleza.

Sí, tras de ti es dolorosa la vida
porque ya nada más veraz esperas
ni deseas, porque de forma clara
y distinta sabes que ya no existe
realidad que te pueda sorprender
tras haber sido huésped de tu alma,
porque tú has sido luz y agua del Nilo
y epifanía revolucionaria
de sentidos y de arcanas verdades.

Llegaste cuando el otoño empezaba
y se te llevo silente el invierno;
no hizo falta nada más para que perdiera
hasta la seca piel de mi idioma,
para qué un alud de antiguos deseos
hechos palabra y carne y piel y labios
me fueran robando a trozos la vida.

Recuerdo cada noche y cada beso
y cada caricia y cada gemido,
recuerdo cada vez que abandonábamos
nuestros cuerpos al éxtasis gozoso,
casi místico del amor más puro
y recuerdo, con dolor y extrañeza,
cada una de las palabras dichas
y el dulce bienestar que provocaban.

Tus palabras crearon todo un mundo
del que tan solo quedan las palabras
en los oídos abiertos del recuerdo;
ojalá hubiera podido cerrarlos
tantas veces como cerré los ojos
porque no es tan dolorosa tu ausencia
como el eco de tu voz claroscura
sonando sin sentido en mi memoria.

Te planteas el resto de la vida
y solo la muerte misericorde
se deja ver en el panorama
confuso de días que ya no anhelas,
crees completa tu larga biografía
y no entiendes el necio sinsentido
de páginas en blanco o emborronadas
que nada añadirán, sólo peso,
a capítulos por siempre acabados.

Busco el camino de la negación,
camino que libere para siempre
de este mar absurdo de sensaciones,
de este triste marasmo incomprensible
que poco a poco me quita la vida.

Solo el alcohol y la poesía quedan:
habré de destilar la última copa
pues que ya te escribí el último poema.

Albacete, marzo / abril 2014.


imprimir página

No hay comentarios:

Publicar un comentario