miércoles, 4 de enero de 2012

Hoy me he vuelto a acordar de Umbral.

Ausente el maestro, dedico hoy este pequeño texto a mi amigo Ramón Bello Serrano, uno de los mejores columnistas del siglo XX y,  tal vez, el mejor de lo que llevamos del XXI.


Cierto vahído.

(Homenaje, en vida, a Francisco Umbral)


Adicto como era al olor de la tinta no pudo dejar de asomarse al umbral de aquella bufanda. ¡Nunca lo hubiera hecho! Un alud de almanaques se deshojó amarillo ante sus recuerdos atrapándolo para siempre en el solitario placer de la transgresión. Perdido deambuló desde entonces por todas las panaderías de la infancia recobrada, por todos los tumultos de aquella adolescencia traicionada, por todas las páginas de la desolación... Un maullido acudió a rescatarlo disfrazado no tanto de sonrisa sin gato como de ninfa sin ciudad. Desde entonces pasea, orquestal el cabello, por las calles sin nombre de aquella urbe que nunca debió existir y un vahído de cierta mala leche acaricia molesto la piel de las señoras y de los gobernantes en flor.

Publicado en El Mundo.es  (23/11/2003)
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