VII
…y
déjame morir con mis labios pegados a los tuyos.
Thomas Mann. La montaña mágica.
Quedabas tras el beso
con tus labios pegados a los míos,
como si con tu presencia bellísima
quisieras hacer carne las palabras
tantas veces leídas:
“imagen humana de agua y albúmina
solo destinada a la anatomía
de la tumba”
Y con tu verdad sin límites
y todo el esplendor de tu existencia
revelabas con claridad la mía
tan efímera, tan mortal, tan breve.
¿Por qué no me dejaste morir entonces
con mis labios pegados a los tuyos?
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