IV
Recuerdo, desde el frío
de Noviembre, la calidez de octubre,
la luz mediterránea
desde la oscuridad de estas tardes
y, con la alegoría ya servida,
veo de nuevo el corazón desierto
que recibió al otoño,
unas semanas hace,
lleno de claridad y de esperanza.
No hay estación que dure,
-pienso-, ni que en su trayecto ambiguo
no mezcle luz y sombra,
tristeza y alegría
para la confusión de corazones
mal abrigados,
amantes
ingenuos
de noches perfumadas
y de días inciertos,
que solo añaden, inmisericordes,
un poco más de hastío,
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