Antonio Rodríguez cuenta sus libros por premios y si nos sorprendió con El Camino de Vuelta, premio Arcipreste de Hita, y con Insomnio, premio Fractal, lo hace ahora con Las hojas imprevistas, premio Antonio Gala, que ayer fue presentado en la Librería Popular por el no menos premiado Javier Lorenzo Candel.
Antonio Rodríguez y Javier Lorenzo durante la presentación. |
En los últimos años, la presentación de un libro de Antonio supone, al menos
para mi, todo un acontecimiento, siquiera por el tiempo que hemos pasado
juntos viendo cómo su obra aparecía y desaparecía a medida que su espíritu
creativo iba o no iba abandonándolo, a medida que su formación o sus
obligaciones laborales le alejaban de la creación, a medida que su
pesimismo ocupaba un lugar mucho mayor que su poesía, o que su poesía
acababa con su pesimismo.
El caso es que, de las muchas conversaciones mantenidas, yo sabía que, a
pesar de todo, la obra de Antonio iba a romper el aislamiento a la que la tenía
sometida, e iba a alcanzar el espacio del libro y de la consiguiente promoción
editorial.
Y el tiempo me ha dado la razón al menos en tres cosas: la capacidad del
poeta para abordar la creación poética como el trabajo de un orfebre, actitud
para la que estaba sobradamente preparado, la inteligencia para dejar en
verso asuntos tan interesantes como fundamentales en el territorio de la
duda, y su sensibilidad comunicativa a través de poemas bellísimos que
ahora se evidencian en sus libros.
Antonio era, ya en la adolescencia un poeta con una capacidad de entender
el mundo extraordinaria, y yo tuve la suerte, como Pedro Gascón y otros
amigos, de estar a su lado.
Y, al menos hasta la fecha, sus libros me han venido dando la razón, cosa
que agradezco tanto por el placer de escuchar a Antonio, como por la
satisfacción de no equivocarme ante mis detractores.
Pero abordemos ya el camino de la lectura de este nuevo libro
"Las hojas imprevistas" se sostiene sobre dos pilares firmes. El primero la
apreciación del lenguaje como elemento fundamental de comunicación, el
segundo la regeneración de la naturaleza, allí donde la muerte no es sino el
comienzo de la vida. Y por encima de ambos pilares, una preocupación
estética que va más allá del mero esteticismo para convertirse en pura
filosofía.
El libro plantea una lectura exigente que, en un instante, desaparece para
situar al lector en el mismo plano de análisis que el autor ha ido creando.
Contribuye a ello la puesta en escena de elementos cercanos que proponen
preguntas necesarias, situaciones reconocibles o preguntas ya visitadas por
nosotros.
La bondad de Antonio es la de poner en el mismo plano expositivo la
complejidad del pensamiento en trascendencia y la cercanía con el lector y
sus asuntos.
Un pórtico excelente es el poema "Llueve", nacido de una reflexión estética
que contiene la sensación de la lluvia, donde ataca el autor una cierta crítica social en la que el hombre atraviesa el cuerpo húmedo de las gotas en caída
para pasar al plano de la reflexión de un tiempo presente que nos atormenta.
O la tercera persona, que es primera en poemas como " Frágil" o " El hombre
que camina". O en el tono culturalista en los poemas que hacen referencia a
Adriano o a la ciudad de Roma, donde la impresión inicial del viajero se
convierte en carta hacia la trascendencia a la que antes aludía.
Y, luego, los temas principales en la larga sombra de la poesía: la muerte, el
amor, el destino, el paso del tiempo, que se evidencian a lo largo de la
lectura de "Las hojas imprevistas", y que son hitos que Antonio nos sitúa en
el camino hacia la comprensión definitiva de su mundo y su escritura.
Pero también encontramos una profunda crítica social que deja al
descubierto algunas de la reflexiones de su anterior libro "Insomnio" ( que, en
realidad fue escrito después de este) donde el tono que utiliza en los poemas
filosóficos alcanza cotas de verdadera belleza como el poema "Lobos frente
a corderos" o "Justicia" o "Silencio", por poner algunos ejemplos.
Los pequeños espacios donde se da la reflexión son también protagonistas
del hilo argumental de libro. Desde la capilla Sixtina o la tumba de Juan
Pablo II, hasta las pequeñas habitaciones o la casa familiar componen un
locus que sirve de espacio vital para la poesía de Antonio. Y la mirada atenta
a todo cuanto va apareciendo en esa especial percepción poética, una
mirada abierta, no sólo a una naturaleza protagonista de buena parte de los
poemas del libro, sino también atenta a la duda, a la pregunta, a la
consideración de una respuesta que dé las claves del conocimiento.
En definitiva, " Las hojas imprevistas" es un libro mayor dentro del panorama
de la poesía joven en España. Un libro de madurez de un poeta maduro,
donde se conjugan un cuidado lenguaje, un gusto exquisito por la forma y
una capacidad excelente para trascender a la propia experiencia de las
cosas. Antonio nos está invitando a ir más allá a la hora de analizar todo
cuanto nos rodea, y " Las hojas imprevistas" es uno más de sus manuales
para reconocer las cosas de este mundo. Que lo disfruten.
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Aun a sabiendas de que es un atrevimiento añadir nada tras las sabias palabras de Javier, quiero decir que Las hojas imprevistas nos muestra que estamos ante uno de los poetas más serios, profundos y comprometidos del panorama actual, todo ello dentro de una sobriedad y un equilibrio cercanos a la oda o a la elegía clásica, que nos transmiten serenidad pese a la crudeza de la reflexión sobre nuestra realidad. No dejéis de leerlo, lo agradeceréis.
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